Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1881-1882 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 3 de junio de 1882
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 143, 3979-3981
Tema: Base 5ª Arancelaria

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo no contestaría al Sr. Balaguer si no fuera porque es necesario cuando las cosas llegan a cierto estado, ponerlas en su verdadero lugar; y en primer término me interesa hacer constar que lo que ayer sostuve sobre que a S. S. más que los móviles de la industria catalana le impulsaban móviles políticos, lo ha demostrado S. S. bien claro en el día de hoy. Ya lo demostró también con claridad en el día de ayer, puesto que para tratar de los intereses industriales de Cataluña no tenía necesidad S. S. de haber recordado un párrafo de un discurso mío, eminentemente político, que a cosas y a asuntos políticos se refería, y no a cosas y a asuntos industriales.

Me importa, pues, hacer constar esto, como me importa hacer constar que la agresión ha venido de S. S., porque todo su discurso de ayer lo constituyen ataques al Presidente del Consejo de Ministros por compromisos que contrajo y que no había cumplido, y apenas giró su discurso sobre otro tema que sobre el tema de la falta de cumplimiento de compromisos contraídos y de palabras dadas por mí, no sé si a S. S., a quien no le he dado ninguna hace mucho tiempo, pero en fin, al Sr. Obispo de Barcelona.

Pues bien; conste que ayer me levanté a defenderme y nada más, y hoy no quiero ni aún defenderme, sino poner las cosas en su verdadero punto. Ni un momento he faltado a la calma y a la templanza. Su señoría en eso ve visiones, como las ve en muchas cosas. Ya recordarán los Sres. Diputados qué rasgos de destemplanza tuve yo ayer. No falté a ninguna de las formas parlamentarias que deben emplearse en este sitio, ni aún falté siquiera a las formas de cortesía que quiero emplear siempre.

Ha dicho el Sr. Balaguer en el día de hoy cosas que nada tienen que ver con la cuestión industrial, porque la cuestión industrial ha quedado resuelta en lo que a mí se refiere. He cumplido tan de lleno los compromisos que haya podido adquirir con las comisiones de Cataluña, con el Prelado de Barcelona y con todos mis amigos los Diputados y Senadores de aquella región, que espero que cuando hable el Sr. Moret me lo ha de echar bien en cara; porque he tenido que ceder mucho, mucho, para venir a cumplir esos compromisos, en los cuales he ido todavía más allá de lo que S. S. y los Diputados catalanes podían esperar. Y en premio de estos sacrificios míos, me encuentro con la hostilidad del señor Balaguer y de algunos otros amigos; y al no explicarme esta hostilidad, digo; pero, señor, ¡qué pago se me da a mí! Se trata de una transacción; en las transacciones claro es que han de ceder las partes que transigen; porque si no cede más que una, entonces no hay transacción, entonces hay abdicación; yo he transigido mucho más de lo que podía esperarse, y en pago de haber cedido, el Sr. Balaguer y sus amigos me han tratado como todo el mundo ha visto y como han visto los Sres. Diputados.

Y por eso decía yo ayer aquí: el Sr. Balaguer no está impulsado por los intereses catalanes que yo estoy realmente defendiendo ahora, sino que debe estar movido por la pasión política, que no deshonra a nadie, ni a S. S. tampoco; y fundaba esta creencia en la serie de actos a que S. S. ha dado lugar, pareciéndole mal todo cuanto el Gobierno ha hecho desde que se constituyó, y S. S. ha venido a demostrarlo hoy. ¿Pues qué extraño es que si a S. S. le parece mal todo lo que [3979] ha realizado el Gobierno, todo sin excepción, le haya parecido también mal esta transacción que ha hecho a favor de los intereses de Cataluña? Ya lo ha dicho S. S. hoy: que a S. S. le parece mal todo lo que ha hecho el Gobierno, porque yo me arrojé en manos de la fusión. Y me arrojé, Sr. Balaguer, no para ahogar a los amigos que a la fusión venían, sino para recibirlos con cariño: cuando abro los brazos para recibir a alguien, no es nunca, como expresaba S. S. para ahogarle, sino para recibirle en ellos con sinceridad y con completa buena fe, para no abandonarle jamás. (Muy bien.)

Esto me dice mi conciencia, Sr. Balaguer; si la de S. S. tiene otra manera de ser, buen provecho le haga; la mía es esta. Pero, Sr. Balaguer, si no quería S. S. la fusión, ¿por qué la aceptó S. S.? (El Sr. Balaguer: Pido la palabra para rectificar.) ¿A caso la fusión se hizo a puertas cerradas? ¿No estuvo S. S. presente cuando esa fusión se realizó? ¿Pues no la aplaudió como todos? ¿Pues no se realizó por unanimidad? Pues qué, ¿hubo alguna protesta de S. S.? Su señoría la aceptó, lo mismo que la acepté yo. ¿Qué significa esto? ¿Qué significa no oponerse a que se realice un acto político, contribuir con la importancia que le daba su posición, adquirida siempre por sus exclusivos merecimientos, con la importancia que ellos le daban, contribuir a la realización de un hecho, como todos, con igual intensidad que los demás, para resolverse después de muchos meses a censurar a los que con S. S. han realizado ese acontecimiento político, al cual contribuyó S. S. por lo menos como todos los demás? ¿O es que tenía el Sr. Balaguer la pretensión de que hiciéramos la fusión porque se creía entonces necesaria para adquirir ciertas condiciones, y que una vez adquiridas hubiéramos tratado a nuestros nuevos amigos, a nuestros aliados, con desprecio, después que nos habíamos aprovechado quizá de su autoridad, de su importancia o de la fuerza que pudieran tener? ¿Es esa la política que S. S. quiere hacer? ¿Qué clase de política es la que aquí se viene predicando y se quiere que prevalezca?

Se ha dicho siempre, y dije yo desde el primer día, y S. S. lo aplaudió como todos, que allí no se hacía fusión, sino un partido, y luego lo hemos dicho muchas veces sin protesta alguna por parte del Sr. Balaguer. Pero, en fin, se verificó la fusión con el beneplácito, con la aquiescencia y con la aprobación de S. S., como con la aprobación de cuantos la realizamos, y se constituyó el Ministerio, y desde entonces S. S. está disgustado. ¿Era porque el Ministerio se componía de los varios elementos de la fusión? Si la fusión estaba hecha, si era un partido, ¿qué remedio había, más que formar un Gobierno de las personas que lo componían?

El Sr. Balaguer me manifestó entonces sus quejas, y no podía manifestármelas por actos del Gobierno, porque acababa de constituirse; S. S. más adelante, a propósito de la provisión de un alto puesto, todavía creyó que la cuestión tenía remedio, y cuando ese alto puesto, cuando ese alto cargo se proveyó, S. S. llegó a una inquietud indecible. (El Sr. Balaguer: Ya contestaré a eso.) No se trata aquí de S. S.; es que S. S. en las cuestiones de intereses industriales, como en los políticos, de tal manera tiene siempre en la mente Cataluña, que no cree que puede haber nada bueno ni en el Gobierno ni en ninguna parte donde no haya un catalán, y esto le hace honor a S. S., porque se trataba de un puesto honorífico.

¿Es bastante razón para desaprobar la conducta de un Gobierno, el que al frente de una Comisión o Junta no haya siempre un catalán? Además, S.S. sabe que en aquel caso había motivos poderosos para que no lo hubiera.

Yo lo que quiero hacer constar es que el Sr. Balaguer no me ha dado jamás queja alguna respecto de los principios, del comportamiento ni de la conducta política del Gobierno. Su señoría mismo lo ha dicho; S. S. ha dicho que hasta el otro día no había tenido resentimiento con el Gobierno, y sin embargo S. S. ha venido disgustado e inquieto con el Ministerio, pues a mí no ha hecho más que darme quejas y quejas amargas constantemente.

Por consiguiente, el Sr. Balaguer no tiene razón; creádmelo S. S. Su señoría puede observar la conducta que tenga por conveniente; pero no tiene fundamento para dudar de mí, pues creo que le he dado bastantes garantías para que no dude, y las garantías pasadas bien pudieran ser fianza para el porvenir; pero S. S. no lo ha estimado así conveniente.

Su señoría ayer mismo tomó una frase mía en mal sentido: no parece sino que S. S. estaba deseando encontrar cualquier ocasión para romper, y la encontró en unas palabras mías que no tenían nada de particular, demostrando así lo que persuade el deseo. Se estaba tratando de si yo había cumplido o no los compromisos contraídos; estaba demostrando que los había cumplido hasta con exceso, y entonces decía a S. S.: si los he cumplido con exceso, ¿por qué me trae y me lleva S. S. tanto? Si los he cumplido de esta manera; si he hecho más de lo que podía y quizás de lo que debía; si he ido más allá de lo que S. S. mismo esperaba, ¿por qué me trae y me lleva tanto en esta discusión? Discuta S. S. todo lo que quiera el voto particular, pero déjeme en paz en este asunto. ¿Tiene esto algo de particular, para que S. S. lo haya tomado como lo ha hecho, y para que haya traído aquí, a la solemnidad de este debate, las conversaciones que hayamos podido tener S. S. y yo en los pasillos y en la intimidad de la amistad? Convénzase S. S.; no tiene razón.

Y por lo que respecta a Cataluña, afirmo a S. S. que ni el Prelado de Barcelona ni ningún catalán tendrá derecho a decir jamás que yo he ofrecido algo que no haya cumplido: todo lo que dije al Prelado de Barcelona fue que en lo que de mí dependiera la base 5ª no se aprobaría; y si he cumplido o no mi oferta, díganlo los Sres. Diputados y dígalo también el Sr. Moret, al cual hubiera acompañado con mucho gusto en su expedición y en sus propósitos; pero esta transacción que he querido hacer en interés de la industria catalana me lo ha prohibido. En último resultado, el Sr. Moret me censurará por haber contribuido a que su dictamen, que es precisamente la base 5ª, no sea aprobado.

¿He cumplido o no mis promesas en esta parte? ¿Qué otro compromiso he adquirido yo? ¿Que la base 5ª no se tocaría en diez años? Eso no fue compromiso contraído; eso fue una deducción sacada de la duración del tratado de comercio con Francia, y el Sr. Balaguer, al leer mis palabras, no ha podido menos de convencerse de ello. Si el tratado con Francia dura diez años, no lo debe sentir la industria catalana, decía yo; antes por el contrario, debe alegrarse, porque el temor de la industria no es tanto al tratado de comercio, ni a la primera rebaja de la base 5ª, como a las sucesivas de esta misma base.

Durando el tratado de comercio diez años por lo menos, no hay que temer en ese período las rebajas sucesivas de los aranceles; por consiguiente, puede contar la industria catalana con que si el tratado dura diez años, en diez años no se toca a la base 5ª. Esto es, ni más ni menos, lo que entonces dije. (El Sr. Diz Romero: El voto particular tiene la segunda rebaja de los aranceles a los cinco años.) Pero es si no dura el tratado de comercio diez años. (El Sr. Diz Romero pide la palabra.)

Señores, no se ha entendido bien el voto particular de los Sres. Torres y Rodrigañez. Dice el voto particular que a los cinco años se reunirá una Comisión parlamentaria que habrá de componerse de fabricantes, comerciantes, etc., para determinar si conviene hacer la segunda rebaja; y si en efecto acuerdan que conviene, no se otorgará a las Naciones que tienen tratados con España sino a condición de que ellas nos hagan también otras rebajas semejantes, es decir, a condición de que se denuncien los tratados. Luego en ese caso no dura el tratado con Francia diez años; pero si la Nación vecina no quiere, puesto que ese es su propósito, variar las tarifas convencionales en ese período ni denunciar el tratado, claro es que aunque la Comisión informadora crea que conviene hacer la segunda rebaja, esa rebaja no se aplicará sino a las Naciones que hagan nuevas concesiones a España.

Por consiguiente, esto es, ni más ni menos, lo que yo dije en el Senado. Me comprometí a lo siguiente: a que si el tratado duraba diez años, no se harían las sucesivas rebajas. ¿Es que no va a durar diez años? Pues falta la consecuencia que se deduce; pero yo no fui más allá de lo que he dicho.

Me comprometí también a no dar a ningún país las ventajas que resultaran de las rebajas que se fueran haciendo en la base 5ª sino a cambio de otras ventajas: no me comprometí nunca a darlas de balde, que era lo que significaba el dictamen que tan brillantemente defendió el Sr. Moret. Me comprometí igualmente a no hacer rebaja alguna sin oír antes a la industria y al comercio. ¿No está todo esto en el voto particular? Pues entonces, quiero que se me diga concretamente a qué compromiso he faltado. Todos los días el Sr. Balaguer ha estado diciendo que yo he faltado a mis compromisos, que yo no he cumplido mi palabra, que he hecho concebir esperanzas a Cataluña que después no he realizado. ¿Qué quería el Sr. Balaguer? ¿Que un día y otro día estuviera S. S. echándome en cara lo que no era cierto, y que me callase, que no me defendiese? Pues esto es lo que he hecho; defenderme, ni más ni menos. Así, pues, si ha habido ataque, el ataque ha venido de S. S.; de mi parte la defensa.

De lo demás no quiero hacerme cargo. Ya comprenderá S.S. que en cuanto al recuerdo que ha traído del discurso pronunciado por el Sr. Moreno Rodríguez, de lo que pasó en las Cortes a que S. S. se ha referido, y del comportamiento que entonces pudieran tener conmigo, no he de decir nada. Mis adversarios me han hecho justicia; quizá me la ha hecho el Sr. Moreno Rodríguez, que entonces hizo bien en proceder como procedió, porque al fin y al cabo me hizo el favor de no considerarme como enemigo pequeño, puesto que si me hubiera considerado así, tengo la seguridad de que no hubiese hecho lo que hizo. ¿Quería S. S. que entonces, cuando S. S. era en unión de otro u otros dos señores Diputados los que representaban al partido, hubiera pasado aquellas cosas sin que S. S. hubiese hecho siquiera una protesta? ¿Es que S. S. hacía alarde de lo que dijo? (El Sr. Balaguer: No.) ¿Es que lo considera como una gran gloria? Pues entonces, ¿por qué recuerda ese hecho? (El Sr. Balaguer: Por la ironía de S. S. de ayer: no lo hubiera recordado si S. S. no hubiera estado irónico conmigo.) Lo siento mucho, porque si yo estuve irónico con S. S., S. S. ha estado vengativo.

Eso me llevaría demasiado lejos, y no quiero entrar en este género de discusiones: ni tampoco quiero decir nada de la creencia de S. S. suponiéndome prisionero de guerra del general Martínez Campos y de los que vinieron con él a constituir este partido. Yo me creo en libertad, y S. S. también lo ha creído por algún tiempo. Ahora piensa otra cosa: ¿qué he de decir a S. S.? Siga S. S. con esa creencia: los hechos demostrarán la sinrazón con que se ha conducido con sus amigos políticos, y la injusticia con que ha juzgado a un amigo particular. [3981]



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